El agua volvió a llevarnos a este espacio, anteriormente ocupado por una piscina pública y que desde hace dos años sirve de plaza pública a vecinos y artistas que trabajan de manera desinteresada para darle vida. Desgraciadamente, la voluntad política, pronto hará de él, un mercado de lujo y ocio para turistas con alto poder adquisitivo, dejando el uso deportivo que tanto necesita el barrio, reducido al mínimo y desde luego lejos del alcance económico de los vecinos de la zona.
En este contexto, queríamos llevar a cabo nuestra instalación interactiva Lluvia profiláctica que no moja, con la que pretendíamos dejar un poco de agua iluminada en recuerdo de antiguos usos, esta vez pretendíamos hacerlo mediante gotas de agua cayendo sobre los restos deteriorados de cemento.
Para darle forma usamos preservativos, sí, preservativos, extragrandes y extrafuertes, a los que añadimos agua azul, para convertirlos en grandes gotas, con tacto y forma de pecho de silicona, muy agradables de palpar y apretar. Con ellos creamos un espacio cúbico, delimitado por gotas suspendidas en el que uno se podía sumergir y acariciar, escuchando el suave sonido del agua moviéndose.
Gracias a la magia de la luz y el agua, conseguimos convertir 800 vulgares preservativos, en un refugio sensorial y relajante, apto para todos los públicos.
Durante un día trabajamos en la instalación, ayudados por niños y no tan niños, que se acercaban atraídos por los apetecibles “globos” y que animosamente acabaron integrándose en una cadena de producción en la que cada uno era responsable de una parte del proceso.
Los ayudantes más pequeñines pensaban que estaban haciendo globos de agua que luego servirían para tirarse unos a otros, los niños algo mayores se preguntaban por la extraña forma y estaban entusiasmados toqueteándolos y jugando con ellos intentando que no se les escurrieran de las manos, los adultos se reían pícaramente y no podían evitar pellizcar la superficie y tocar con auténtico deleite.
Pasado los primeros minutos de bromas y risas, todos acabaron asumiendo que manipular condones era como cualquier otra actividad de la vida cotidiana, y eso, en definitiva, era lo que queríamos conseguir con todo esto.
Dejamos la instalación durante toda la noche del sábado, sin saber exactamente lo que pasaría al día siguiente que había celebración en La Cebada. Cuando volvimos, el domingo por la tarde, descubrimos que los niños no habían podido resistir la tentación de divertirse, jugando con ella como si de una piñata con luminosas sorpresas en su interior se tratara.
Habían montado una fiesta delirante, en la que un niño con palo largo rompía las gotas, tarea bastante complicada por cierto, ya que los preservativos eran verdaderamente resistentes, mientras otros, más pequeños se precipitaban a buscar las luces que caían precipitándose con el agua azul.
Por supuesto, no teníamos nada que objetar a tan lúdico final, así que nos fuimos encantados, con la promesa de volver al día siguiente a recoger los restos de la batalla. Antes de marchar advertimos a los padres, que debían reciclar las baterías una vez gastadas, ya que aunque las que usamos son de litio y contaminan poco, es imprescindible tirarlas al contenedor de pilas.
Queremos agradecer a toda la gente que coordinan las actividades del Campo de la Cebada, el que fueran capaces de hacernos un hueco en la repleta agenda del espacio, a pesar de avisar con tan poco tiempo. También a los amigos que incondicionalmente nos siguen en tan estrafalarias y trabajosas actividades y sobre todo a los increíbles ayudantes de todas las edades, que tan profesionalmente hicieron posible que la instalación luciera con tan buen aspecto. Aquí dejamos el nombre de algunos de ellos, agradeciéndoles la generosa donación que nos hicieron de su tiempo y de sus ideas, aun sabiendo de que eran para una causa efímera, Desgraciadamente no están todos, ya que muchos se fueron sin dejar el nombre: Aliencito, Alex, Liévana, Elvira, Simon, Aretha, Betsa, Paloma, Antonio, Marisol, María, Eva y sus hijos, Rafa, Iciar, Mateo, Martina, Carmen María, Alexandra Ainhoa, Gracias amigos…
Las fotos son de Gustavo Sanabria
Tiempo de montaje: 2 días.
Daños ocasionados: 0.
Permanencia de la intervención: 18 horas.
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