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Fiesta de muertos: los mexicanos quieren comunicarse con el más allá


"Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia, porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía", escribió Octavio Paz.

El 2 de noviembre en México es día de fiesta, no de duelo. Seis de cada 10 familias visitan el cementerio y la mayoría comen, beben y hasta cantan sobre la tumba de sus muertos. Calaveritas de azúcar, chocolate o yeso se adornan para el altar de muertos, grabando sobre la frente de ese cráneo, muchas veces comestible, el nombre de amigos y familiares vivos, y también sobre los vivos se escriben y recitan calaveras, pequeñas rimas en forma de epitafio que se burlan de cómo la Parca vendrá por el sujeto al que se le dedica ese poema. En los altares de muertos, que pueden montarse en el cementerio o en el domicilio familiar, junto a la flor de cempasúchil se pone comida y bebidas espirituosas para regocijo de los muertos. Celebramos a La Huesuda comiendo un delicioso Pan de Muerto, receta especial que por adorno lleva pedazos de costra en forma de huesos.

Será por esta costumbre arraigada de comerse a la muerte como caramelo que en México, como decía Octavio Paz, a La Catrina se la contempla cara a cara, y si hemos de creer los resultados de la encuesta de esta semana, el 50% de los mexicanos la enfrenta sin el menor miedo, mientras que a un 35% más la muerte le impone respeto, pero solo eso.

Un 51% dice que de la muerte no le preocupa ni el hecho en sí de morir, ni tampoco lo que puede venir después, y el 58% de nuestros entrevistados no tiene ningún temor de entrar en contacto directo con los muertos. Respecto a este asunto de contactar con el más allá, el 35% está convencido de que sí puede haber contacto entre vivos y muertos, y un 11% más no se atreve a negarlo. Cuatro de cada 10 dicen que aceptarían gustosos si algún muerto quisiera comunicarse con ellos, y un 18% nos dijo que es él quien intentaría comunicarse con algún difunto.

Ya en concreto, solo un 4% ha intentado la conexión con el más allá y la mitad de este porcentaje asegura haberlo logrado. En sentido contrario, el 10% dice que algún muerto ha intentado comunicarse con él y también la mitad asegura que lo consiguió. Será que soy muchísimo más cobarde que el promedio, pero a mí eso de que los difuntos quieran entrar en contacto con los vivos me pone los pelos de punta. No es por nada, pero si tienen algo que decir, mejor que lo conversen entre ellos, yo me contento con adornar calaveritas, comerme su pan y llenar la casa con flores de muerto.

María de las Heras es directora de la encuestadora Demotecnia.


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